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La inteligencia ha sido comúnmente asociada al rendimiento intelectual, a la capacidad de resolución de problemas y a la planificación de recursos ajustados para la obtención de buenos resultados, aunque a lo largo de los últimos años, inclusive ya en la segunda década del siglo XX, muchos investigadores del comportamiento humano empezaron a dar cuenta de otro tipo de "inteligencia" que quizá no se asocia directamente con el rendimiento intelectual pero sí con aspectos de índole relacional y vincular (intrapersonal e interpersonal).

La Inteligencia Emocional como pilar para el éxito

En el siglo XIX, el naturalista inglés, Charles Darwin destacaba la importancia de las emociones en el proceso de evolución de los seres vivos, tanto para la supervivencia como para la adaptación al contexto y medio ambiente. Muchos años después se le dio un nombre y una definición a esta impronta relacional y vincular: Inteligencia Emocional. Siempre se ha asociado este concepto con la búsqueda del éxito, de logros, de plenitud y paz interior.
Entonces resulta clave preguntarse ¿por qué comprender nuestras propias emociones y procurar comprender las emociones de otros puede llevarnos al éxito? luego de esta pregunta, surge inmediatamente la inquietud respecto a ¿de qué éxito estamos hablando?
Daniel Goleman define la Inteligencia Emocional como “la capacidad para reconocer nuestros sentimientos y los sentimientos de los demás, así como el conocimiento para manejarlos”. Se trata de una cualidad crítica para funcionar adaptativamente en la multiplicidad de ámbitos en los que nos desempeñamos, tanto en nuestro trabajo, como con nuestra familia y  amigos, ámbito académico e inclusive en nuestras tareas cotidianas y contacto directo con situaciones y personas.
Cualquier cometido u objetivo que nos propongamos, de una u otra manera implica el contacto interpersonal y la capacidad para comunicarnos y relacionarnos de buena manera con otros. Es así que podemos responder a nuestra pregunta inicial: ¿qué implica el éxito?, o ¿de qué éxito estamos hablando? Se trata de la posibilidad de alcanzar las metas que nos proponemos y sentirnos satisfechos con nosotros mismos, relacionándonos con empatía y entendimiento, conociendo nuestras debilidades e intentando analizar nuestros comportamientos para procurar mejorarlos.
En las empresas, muchas veces vemos que existen personas brillantes, con perfiles técnicos y académicos destacados y una performance excelente a lo largo de su carrera laboral, pero que por una razón muchas veces desconocida por ellos, no logran desarrollar exitosamente su carrera profesional ya sea en la posición o el área que le toque desempeñar dentro de una organización o porque encuentran dificultades a la hora de articular su esfuerzo y dedicación con otros, tanto pares, subordinados o superiores. Son estos perfiles los que muchas veces son definidos como “técnicamente excelentes” pero la gran mayoría de las veces se trata de personas que encuentran dificultades a la hora de analizar sus propias prácticas y comportamientos, y por ende no encuentran alternativa de mejora.
Es aquí donde el desarrollo de la inteligencia emocional se vuelve un pilar fundamental para el crecimiento de la personas, no solo profesional y laboralmente hablando, sino considerando los tiempos que corren y el dinamismo y versatilidad de las relaciones actuales. Trabajar, desarrollar y promover el análisis de nuestras prácticas, comportamientos, impulsos y emociones nos abre un abanico de conocimientos sobre nosotros mismos y nos permite además, modular nuestros comportamientos en función de los demás, algo que también resulta crítico para el buen relacionamiento y por ende para poder lograr el éxito que tanto anhelamos.

La Inteligencia Emocional se basa en variables interconectadas que conforman una predisposición al entendimiento y a la comprensión de uno mismo y del otro. Lógicamente que estas variables se articulan con el estilo personal de cada uno, de manera que la espontaneidad e impronta personal no se pierde ni se deslinda por el desarrollo de esta inteligencia tan particular.

La capacidad de auto conocerse y de entenderse a uno mismo, debe estar motivada fuertemente por la intención de hacerlo y debe posibilitar el ejercicio aun cuando nos inunda la ira o cuando discutimos fervientemente con otro. Acá la tentación de dirigir la culpa en el otro o en acontecimientos externos, debe ser moderada, auto regulada con autocrítica, buscando un equilibrio justo que implique hacerse cargo de lo propio, nunca de lo ajeno y nunca deslindar responsabilidades propias.
Con autocrítica y motivación, será posible posicionarnos desde el entendimiento del otro y así empatizar, promoviendo relaciones más saludables y gratas que nos llevarán a nuestra definición de éxito. Hemos visto este crecimiento en las personas, desde la implementación de Programas de Desarrollo de Competencias, donde cada participante capitaliza en éxitos concretos sus deseos de superación personal, articulándolos con conceptos prácticos y el adecuado acompañamiento profesional.
Cabe preguntarnos si es viable desarrollar la Inteligencia Emocional, concepto tan amplio y abarcativo pero útil y necesario para las personas. De esta manera, basta con preguntarnos a nosotros mismos si podremos analizarnos y hacernos cargos de nuestros comportamientos y actitudes. Si la respuesta es afirmativa, existirá la motivación necesaria para regular nuestras actitudes y podremos poco a poco desarrollar nuestra inteligencia emocional, con nuestra impronta y manteniendo nuestra característica personal, la cual siempre nos hará únicos e irrepetible del resto.  
Hasta la próxima!

 

 
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